Historia de la Devoción y Hermandad de Nuestra Señora de la Merced en Sevilla
La devoción a Nuestra Señora de la Merced o de las Mercedes en Sevilla tiene sus raíces en el establecimiento de la Orden de Santa María de la Merced Redención de Cautivos Cristianos, tras la reconquista de la ciudad en 1248 por Fernando III de Castilla y León.
El rey donó territorios a esta orden, creada treinta años antes en Barcelona. Los cronistas mercedarios mencionan una primera comunidad de origen catalán que, desde ese momento, habitó la Ixbilia conquistada. Históricamente, se conoce que el convento se fundó en 1251 por fray Guillén de Bas, segundo maestre de la orden tras el fallecimiento del fundador san Pedro Nolasco (Barcelona, 1245). En él se centralizó la devoción reflejada en una imagen de la época de María con su Hijo, que según la leyenda fue dádiva del santo rey al fundador, aunque se trata de una tradición sin credibilidad histórica.
Durante casi seis siglos permaneció el convento en el sitio escogido, cercano a las murallas y a la Puerta de Goles —entrada de Sevilla desde el oeste—, que desde la visita de Felipe II en 1570 pasó a llamarse Puerta Real. Con el transcurso de los siglos y la fundación de otros conventos de la rama primitiva y de la descalza, este —denominado primero de Santa Olalla y después con la advocación de Nuestra Señora de la Merced— pasó a ser conocido como Casa Grande. En 1835, tras la expulsión de los religiosos, el edificio conventual se convirtió en el Museo Provincial de Bellas Artes, y el templo se incorporó a él cinco años más tarde.
El Concilio de Trento se interesó vivamente por la formación del clero, y conforme a sus disposiciones las órdenes religiosas fundaron “Colegios” destinados a la preparación de sus novicios. La provincia mercedaria de Andalucía fundó en 1595 en Sevilla, dada la relevancia de la ciudad por sí misma y como puerta hacia las Indias, un colegio advocado de San Laureano, obispo patrono de la ciudad. Aunque la escritura fundacional data de esa fecha, los trámites se dilataron en el tiempo y no se hizo efectiva hasta 1601.
En algún momento del siglo XVIII surgió un retablo adosado al muro de la antigua Puerta de Goles, en su fachada interior, posiblemente cuidado por algunos devotos y frailes mercedarios. Las fuentes documentales señalan que en 1718 fray Diego Tello, regente de los estudios en el Colegio de San Laureano, solicitó al cabildo municipal restaurar dicha capillita —en realidad un antiguo retablo u hornacina en lo alto del muro—, para perpetuar la devoción a la Virgen de la Merced. El cabildo accedió con el dictamen favorable del maestro mayor de obras.
Poco después se originó una hermandad, cuyas Reglas fueron aprobadas en 1725 por el arzobispo don Luis de Salcedo y Azcona, con confirmación del padre general de la Merced mediante bula. En 1730 ya se denominaba Congregación del Rosario del Alba de María Santísima de la Merced, y nueve años más tarde solicitó al ayuntamiento la construcción de una hornacina con puertas para guardar su Simpecado.
En el retablo primitivo se veneraba un lienzo de la Virgen mercedaria que, en 1757, fue sustituido por otro donado por don Francisco Sánchez Guerrero. La devoción creció entre los sevillanos, como demuestra que la hermandad fuera una de las quince que en 1761 acudieron a la Catedral para conmemorar la Declaración del Patronato de la Inmaculada sobre España y sus Indias.
Un incendio en 1766 destruyó buena parte de la documentación de la corporación, custodiada en casa de su secretario, don Antonio Gandía. Pese a ello, la hermandad continuó con vigor, asumiendo el cuidado del retablo de su titular y de las capillas colindantes dedicadas a San Antonio de Padua y al Calvario. En 1782 el cabildo permitió que se edificara una vivienda para el prioste encargado del alumbrado y aseo diario de la capilla, en la antigua casilla de resguardo de los Ministros de las Reales Rentas.
Hacia 1790 se documenta un rosario de mujeres bajo la advocación mercedaria en el convento de San Laureano, activo hasta 1827. Durante la ocupación francesa (1810–1812) el colegio mercedario desapareció, pero la hermandad sobrevivió. En 1815 editó una Salve en verso para que los cofrades la cantaran y, en 1817, varió su título a Fervorosa y Antigua Congregación de Nuestra Señora de la Merced y Santísimo Cristo de la Redención, posiblemente al adoptar al Calvario como titular.
El Colegio de San Laureano fue derribado en 1837, pero la hermandad mantuvo su actividad. Algunos frailes exclaustrados continuaron fomentando la devoción, y el 29 de septiembre de 1850 procesionó por primera vez la imagen de la Virgen representada como candelero. El derribo de la Puerta Real en 1859 permitió a la hermandad ampliar su espacio, convirtiendo la parte baja en iglesia y la alta en sala de reuniones.
Tras un periodo de languidez, la hermandad resurgió en 1875 con nuevas Reglas y el título de Nuestro Padre Jesús de la Redención y Nuestra Señora de las Mercedes. Obtuvo indulgencias concedidas por los arzobispos sevillanos don Luis de la Lastra y Cuesta y fray Joaquín Lluch y Garriga, así como letras apostólicas de León XIII (1897) y san Pío X (1904). Este periodo de esplendor se prolongó hasta 1910, tras lo cual llegó una etapa de decadencia. El hundimiento de la capilla en 1930 pareció marcar su fin.
La imagen fue trasladada primero a la capilla del Museo y luego a la parroquia de San Vicente. Allí, un grupo de miembros de la Hermandad de las Siete Palabras —entre ellos Fernando Valencia de los Santos— reorganizó la corporación con la ayuda del sacerdote Manuel Ruiz López. En 1944 se culminaron las obras de una nueva capilla, obra de Aurelio Gómez Millán, bendecida por el cardenal Pedro Segura y Sáenz. El 1 de octubre de ese año, la Virgen procesionó desde San Vicente hasta su nueva capilla.
Intentos de fusión con la Hermandad de las Siete Palabras no prosperaron. En 1956 se vivió un nuevo periodo de decadencia que llevó al cierre temporal del templo, pero a finales de los años cincuenta comenzó su recuperación y una profunda renovación artística durante las décadas de los sesenta y setenta.
En 1965, la Virgen de las Mercedes presidió uno de los centros establecidos para las Santas Misiones. Debido al reducido tamaño de su capilla, desde 1981 los cultos solemnes se celebran habitualmente en la capilla del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de las Aguas, aneja al Museo de Bellas Artes.
El 12 de octubre de 1982, el maestro general de la Orden de la Merced, fray Doménico Acquaro, otorgó a la hermandad Carta de Agregación, incorporándola oficialmente a la familia mercedaria y concediéndole los mismos privilegios espirituales. Desde entonces, el director espiritual de la hermandad puede imponer el Santo Escapulario de la Merced a sus nuevos hermanos.
Durante la década de 1980 se acometió la renovación de las imágenes titulares, y en los años noventa la hermandad amplió notablemente su patrimonio y ajuar, consolidándose así una tradición devocional que, nacida en los albores de la Sevilla conquistada, continúa viva más de siete siglos después.